Después de tomar una copa en el bar con un grupo de amigos y un montón de borrachos particularmente cabreados, el muy cuadrado, muy profesional y perversamente poderoso espectáculo de Black Keys es un puro momento de felicidad y rock 'n roll que se pasa bailando, saltando de alegría y gritando a poca distancia del cantante/guitarrista Dan Auerbach y del batería Patrick Carney.
Se trata de condiciones privilegiadas comparadas con las de Vieilles Charrues y las Eurockéennes de Belfort (las otras etapas estivales del dúo de Nashville, que no permiten tal proximidad), que permiten apreciar el sonido de un blues rock 'n pop soul chart. Es más, no somos los únicos que lo apreciamos: un joven amigo, probablemente cegado por un consumo masivo de lúpulo, se lanza a nosotros y grita: "¡Mierda, están enviando las Llaves Negras! A lo que respondemos: "¡Wow, pero hay cuatro de ellos en el escenario! "
Y sí, porque Dan y Pat han reclutado al excelente Richard Swift (músico, compositor y productor de pop psicodélico) en el bajo y los coros, sin mencionar al magnífico John Clement Wood en los sintes, los coros y la guitarra. Los viejos fans de Black Keys pueden llorar de sacrilegio, pero el nuevo sonido de la banda, menos crudo/gargantito y "más" consensuado, incluso más sexy y grooooovy, es una evolución impecable, incluso menos santurrona, y sobre todo malditamente efectiva!
Además, las nuevas canciones del polémico álbum Turn Blue - aparte de un lento bastante dulce y prescindible - van muy, muy bien en directo, como esta muy dulce Fever, tocada al final del set y que mata su carrera en directo! En resumen, Auerbach sigue teniendo una voz de terciopelo y un ritmo de guitarra bastante increíble, Carney golpea más que nunca su batería de una forma tan admirablemente flotante como violenta (¡pierde sus gafas al principio del set!).